domingo, 7 de noviembre de 2010

Ciudad violenta... ¿de dónde?


¿La ciudad es un espacio predominantemente violento? Y si la respuesta fuera afirmativa ¿siempre fue así? ¿Desde dónde viene dicha violencia? ¿Cómo se gesta, cómo crece y cómo puede decrecer? Comenzar con preguntas de este tipo es complejo puesto que la conceptualización de la violencia requiere de su tipificación para poder comprenderla de mejor manera. La Ciudad de México construye en su interior diferentes tipos de violencia que van desde la política, la sexual, la económica, la socioeconómica y la institucional, hasta la visual y auditiva[1].
  
Algunos espacios que se han caracterizado en los últimos años como puntos conflictivos por suscitarse en ellos diferentes eventos de violencia como asaltos, homicidios, agresiones, intimidaciones, violaciones y acoso sexual, entre otros muchos son los paraderos de autobuses de servicio de transporte público. Estos son puntos de encuentro, de salida y llegada de trabajadores que se desplazan hacia sus destinos, espacios de comercialización de diferentes tipos de productos legales o ilegales, en su venta o producción.

Podríamos decir que la violencia que usualmente se vive en estos espacios es los tipos de violencia que se viven son 1) la económica, ejercida por grupos del crimen organizado o asaltantes armados que aprovechan los días en los cuales los trabajadores reciben sus salarios para interceptarlos y quitarles sus mesadas, 2) y la social, para la cual también se aprovecha la cercanía física entre personas para acosar o abusar sexualmente de alguien. Para hacer frente a este tipo de ambientes conflictivos y dañinos para los usuarios del transporte, se ha comenzado con un proceso de rehabilitación de algunos de estos espacios, procurando la reorganización de los actores que allí se encuentran, además de la dignificación de la infraestructura.

 Paradero a las afueras del Metro Pantitlan

El caso del remodelado Paradero Zapata (ahora Centro de transferencia), es ejemplar, hoy día las instalaciones son las adecuadas tanto para prestadores de los servicios como para usuarios, las antiguas aglomeraciones tanto de autobuses como de personas son menos comunes, dicho espacio no representa más un centro de conflictos de todo tipo e intensidad. A comparación de CETRAM Zapata podemos colocar el paradero de Tacubaya, reconocido como uno de los lugares con mayor incidencia de conflictos tanto por las autoridades como por los usuarios. Basta con caminar, tanto por la mañana como por la tarde por sus diferentes paraderos para observar la potencialidad y cotidianeidad de la violencia, misma que resulta acrecentada por la misma autoridad policías con la presencia de personal cada vez más y mejor armado, sin procurar el paulatino desplazamiento de la medidas coercitivas por otras que promuevan la estabilidad y la armonía de los usuarios y prestadores que habitan dichos espacios.

Pero nuevamente ¿Cómo es que la ciudad, no sólo los espacios anteriormente mencionados, presenta niveles preocupantes de violencia, mismos que se pueden notar en un día cualquiera en el cual un par de transeúntes o conductores pueden liarse a golpes por una “simple” mirada? Definitivamente ello requiere de una explicación más amplia, se necesita recurrir al análisis de la experiencia urbana en general, repasar con cuidado la cotidiana rutina en la cual se vive en nuestra ciudad. La concentración poblacional en el Distrito Federal, y aunado a ello la ineficiencia de los principales servicios de movilidad y habitabilidad deben verse como elementos involucrados a la acumulación de presión que llega a dispararse en un evento como una riña callejera entre desconocidos.

Nuestra ciudad es una de las urbes más pobladas del mundo, ello implica que se requieren servicios indispensables como la energía eléctrica, agua potable, drenaje y alcantarillado, transporte público, seguridad, salud, entre otros. La complejidad a la hora de aceitar la maquinaria institucional que proveerá de este tipo de necesidades es evidente, agreguemos a ello la dificultad que nos significa la falta de planeación o las trabas políticas existentes en la administración pública. La maraña urbana se convierte en un atadero de presiones que difícilmente se pueden resolver o analizar siquiera de un plumazo.

Considero importante agregar finalmente en el análisis la contaminación visual y auditiva que Moser no contempla como violencia urbana. Basta con asomar la mirada o el oído por la ventana del automóvil para darnos cuenta de que la tensión a la cual nos encontramos sometidos en el espacio urbano también proviene de este tipo de estímulos. La rienda suelta que se ha dado la institución gubernamental a la colocación de publicidad es uno de los elementos que ha acrecentado en los últimos tiempos el bombardeo visual que los habitantes de la ciudad observamos diariamente.
 
Bibliografía:
  • Moser C., "Urban Violence and Insecurity: an Introductory roadmap", documento electrónico: http://eau.sagepub.com/content/16/2/3.full.pdf
  • Muñoz E., "Contaminación visual no ha merecido suficiente atención por parte de las autoridades", documento electrónico: http://www.diversidadambiental.org/medios/nota106.html
  • Periódico Reforma, Modernizan paraderos capitalinos en www.metropoli.com.mx 

[1] Las primeras son tratadas por Moser en su artículo y las segundas no lo son con especificidad.

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