lunes, 13 de septiembre de 2010

El derecho a vivir dignamente nuestra ciudad

Las grandes concentraciones urbanas son un fenómeno social singularmente interesante, pensaría normal que la mayor parte de los habitantes, tanto rurales como urbanos, nos preguntásemos ¿Por qué hemos decidido vivir tantas personas juntas en tan poco espacio? La respuesta no puede, de ninguna manera, ser unívoca; dicho fenómeno responde necesariamente a una multiplicidad de factores que han tenido injerencia (diferenciada en los distintos casos) en un largo proceso de concentración de la población humana.

Podemos decir que la construcción de una economía de mercado ha sido uno de estos factores que han influido en la configuración del fenómeno social llamado “ciudad” ¿Cómo es que dicha economía se ha incorporado de manera determinante en este proceso? La concentración de capital industrial (segunda mitad del siglo XIX y principios del XX) requirió una gran cantidad de mano de obra para poder funcionar con eficiencia en la conversión de las materias primas, por lo anterior, un número importante de pobladores, que hasta poco antes vivían en los espacios rurales, se desplazaron para conseguir un empleo como obreros de aquella naciente y pujante economía industrial.

Lo anterior es solamente un pequeño y pedestre ejemplo de un proceso complejo que merece un análisis que en este espacio, y difícilmente en alguno otro, sería posible concluir. La economía de mercado ha dejado su marca, aparentemente de forma indeleble, en la constitución de las ciudades, podemos observarla con claridad en las lógicas que sigue su organización tanto física como social: todos los días millones de persona pueblan las calles, avenidas, transportes públicos y privados para desplazarse (en ocasiones distancias largas o cortas en condiciones de hacinamiento e inseguridad) eincorporarse de diversas maneras a la maquinaria económica que les requiere como lubricante e impulso indispensable. 

El diseño e inversión de vías de comunicación y transporte público, realizados constantemente por parte de las instituciones del Estado, se encuentra destinado a dar la posibilidad de que los habitantes de las ciudades puedan llevar a cabo dichos traslados. Un claro ejemplo de lo anterior lo podemos identificar en la actual construcción de la línea 12 (dorada) del Sistema de Transporte Coletico Metro, misma que conectará las zonas sur y oriente de la Ciudad de México, transportando a cerca de 360 000 pasajeros diariamente. ¿De qué hablamos pues? Se trata entonces de la posibilidad de facilitar el traslado de trabajadores a sus lugares de labores cotidianas. 

Pero preguntemos nuevamente ¿Cuáles serán las condiciones preponderantes en dicho transporte? Seguramente hacinamiento, violencia, insalubridad, inseguridad, etc. Como sucede hoy y viene sucedido desde hace años. ¿Qué posibilidad tienen los habitantes de la Ciudad de México de transformar las cantidades de tiempo gastadas en el tráfico? ¿Cómo haremos para decidir por comodidad y dignidad en nuestros transportes públicos? Definitivamente muchos elementos (como la concentración poblacional y las necesidades de los grandes consorcios de la construcción) nos muestran un horizonte poco prometedor, las dificultades son muchas y las soluciones son complicadas cuando los grupos económicos más poderosos impiden la transformación de la dinámica urbana.

¿Qué horizonte observamos? Los habitantes de esta gran ciudad difícilmente podemos ejercer con plenitud nuestro derecho a nuestra ciudad, es decir, la lógica preponderante diariamente nos impone la necesidad de vivir una ciudad que no necesariamente desearíamos, vivimos en un cúmulo complejo de flujos humanos que tienen que librarse los unos a los otros para no colisionar y así entrar en la común dinámica de un caos que sobrevive a velocidades vertiginosas.
 
Bibliografía:
  • Harvey D., The rigth to the city, documento en línea: http://davidharvey.org/media/righttothecity.pdf, revisado el 13 de septiembre del 2010 a las 23:03

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